sábado, 8 de junio de 2013

Microrrelato de María José Villaroya, profesora del IES SANJE




El mito de Craso y Error

María José Villarroya


    Tratando de buscar su identidad, Craso se separó de Error e inició una etapa en solitario. Quería saber qué sentido tenía su vida al margen de su compañero. Descubrió entonces que no significaba apenas nada para nadie. Decepcionada de su falta de entidad, probó a relacionarse con otros sustantivos buscando algún sentido a las cinco letras que la componían, pero todas las combinaciones léxicas que intentó resultaron imposibles.
    Mientras ella buscaba nuevos horizontes en su vida, Error continuó con la promiscua vida que había llevado siempre, sin que el fracaso de su relación con Craso pareciera afectarle. Y tal y como había sido su costumbre, continuó sus amoríos con muchos otros adjetivos que se limitaban a graduar o enfatizar su elevado ego: Error Primero, Error Garrafal, Gravísimo Error. Todo giraba siempre en torno a él.
    Por si aquello no fuera bastante, cuando el hastío lo atrapaba, se evadía en relaciones múltiples con vocablos como De y Bulto, Sin e Importancia. Se le achacaba incluso un cuarteto con De, Poca y Monta. 
    Pero de entre todas sus relaciones ninguna, sin embargo, como las que mantenía con Imperdonable e Insignificante, dos vocablos que con el solo chasquido de sus dedos eran capaces de transportar a Error desde las altas cimas en que se sentía en los brazos de Imperdonable a los bajos fondos a los que lo arrastraban los besos de Insignificante, un tiovivo comparable a una noche loca de cocaína y alcohol desconocida para otros sintagmas nominales.
    Después de un tiempo largo y prudencial, Craso asumió que era para el mundo una absoluta insignificancia, una voz obsoleta, un término en desuso. Concertó una cita con su antiguo amante y confesó entonces con una lágrima en sus ojos que la ruptura había sido un “craso error” y que juntos aún tenían mucho que decir. Dispuesta a ser una más en el harén del sustantivo, Craso vivió el resto de sus días a la sombra de Error. Desapercibida, es cierto, sí. Pero viva al fin.


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