jueves, 26 de noviembre de 2009

NOTICIAS: RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO, PREMIO NACIONAL DE LAS LETRAS 2009

Rafael Sánchez Ferlosio (ver en wikidedia), el escritor que con 'El Jarama' se coló en los manuales de Literatura como máximo exponente del realismo social español de posguerra, ha ganado hoy el Premio Nacional de las Letras Españolas, que concede el Ministerio de Cultura en reconocimiento al conjunto de la obra de un autor español.

Dotado con 40.000 euros, éste es el segundo galardón literario más prestigioso de España, despues de el Cervantes, que el autor de 'Alfanhuí' obtuvo en 2004 .

LEER NOTICIA COMPLETA EN WWW.ELMUNDO.ES

martes, 24 de noviembre de 2009

CATULO: "Vivamos, querida Lesbia"



Vivamos, querida Lesbia, y amémonos,
y las habladurías de los viejos puritanos
nos importen todas un bledo.
Los soles pueden salir y ponerse;
nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera vida,
tendremos que vivir una noche sin fin.
Dame mil besos, después cien,
luego otros mil, luego otros cien,
después hasta dos mil, después otra vez cien;
luego, cuando lleguemos a muchos miles,
perderemos la cuenta para ignorarla
y para que ningún malvado pueda dañarnos,
cuando se entere del total de nuestros beso.
Catulo, siglo I a.C. (Trad. de A. Ramírez de Verger)

viernes, 20 de noviembre de 2009

CUENTOS DE MIEDO (4)

UNA NOCHE DE VERANO

El hecho de que Henry Armstrong estuviera enterrado no era motivo suficientemente convincente como para demostrarle que estaba muerto: siempre había sido un hombre difícil de persuadir. El testimonio de sus sentidos le obligaba a admitir que estaba realmente enterrado. Su posición -tendido boca arriba con las manos cruzadas sobre su estómago y atadas, que rompió fácilmente sin que se alterase la situación-, el estricto confinamiento de toda su persona, la negra oscuridad y el profundo silencio, constituían una evidencia imposible de contradecir y Armstrong lo aceptó sin perderse en cavilaciones.
Pero, muerto... no. Sólo estaba enfermo, muy enfermo, aunque, con la apatía del inválido, no se preocupó demasiado por la extraña suerte que le había correspondido. No era un filósofo, sino simplemente una persona vulgar, dotada en aquel momento de una patológica indiferencia; el órgano que le había dado ocasión de inquietarse estaba ahora aletargado. De modo que sin ninguna aprensión por lo que se refiriera a su futuro inmediato, se quedó dormido y todo fue paz para Henry Armstrong.


Pero algo todavía se movía en la superficie. Era aquella una oscura noche de verano rasgada por frecuentes relámpagos que iluminaban unas nubes, las cuales avanzaban por el este preñadas de tormenta. Aquellos breves y relampagueantes fulgores proyectaban una fantasmal claridad sobre los monumentos y lápidas del camposanto. No era una noche propicia para que una persona normal anduviera vagabundeando alrededor de un cementerio, de modo que los tres hombres que estaban allí, cavando en la tumba de Henry Armstrong, se sentían razonablemente seguros.


Dos de ellos eran jóvenes estudiantes de una Facultad de Medicina que se hallaba a unas millas de distancia; el tercero era un gigantesco negro llamado Jess. Desde hacía muchos años Jess estaba empleado en el cementerio en calidad de sepulturero, y su chanza favorita era la de que "conocía todas las ánimas del lugar". Por la naturaleza de lo que ahora estaba haciendo, podía inferirse que el lugar no estaba tan poblado como su libro de registro podía hacer suponer.




Al otro lado del muro, apartados de la carretera, podían verse un caballo y un carruaje ligero, esperando.


El trabajo de excavación no resultaba difícil; la tierra con la cual había sido rellenada la tumba unas horas antes ofrecía poca resistencia, y no tardó en quedarse amontonada a uno de los lados de la fosa. El levantar la tapadera del ataúd requirió más esfuerzo, pero Jess era práctico en la tarea y terminó por colocar cuidadosamente la tapadera sobre el montón de tierra, dejando al descubierto el cadáver, ataviado con pantalones negros y camisa blanca.




En aquel preciso instante, un relámpago zigzagueó en el aire, desgarrando la oscuridad, y casi inmediatamente estalló un fragoroso trueno. Arrancado de su sueño, Henry Armstrong incorporó tranquilamente la mitad superior de su cuerpo hasta quedar sentado.
Profiriendo gritos inarticulados, los hombres huyeron, poseídos por el terror, cada uno de ellos en una dirección distinta. Dos de los fugitivos no hubieran regresado por nada del mundo. Pero Jess estaba hecho de otra pasta.

Con las primeras luces del amanecer, los dos estudiantes, pálidos de ansiedad y con el terror de su aventura latiendo aún tumultuosamente en su sangre, llegaron a la Facultad.
-¿Lo has visto? -exclamó uno de ellos.
-¡Dios! Sí... ¿Qué vamos a hacer?


Se encaminaron a la parte de atrás del edificio, donde vieron un carruaje ligero con un caballo uncido y atado por el ronzar a una verja, cerca de la sala de disección. Maquinalmente, los dos jóvenes entraron en la sala. Sentado en un banco, a oscuras, vieron al negro Jess. El negro se puso de pie, sonriendo, todo ojos y dientes.


-Estoy esperando mi paga -dijo.

Desnudo sobre una larga mesa, yacía el cadáver de Henry Armstrong. Tenía la cabeza manchada de sangre y arcilla por haber recibido un golpe de azada.

lunes, 16 de noviembre de 2009

FERIA DEL LIBRO ANTIGUO Y DE OCASIÓN EN MURCIA (HASTA 29 DE NOVIEMBRE)

LUGAR: JUNTO AL PUENTE DE HIERRO, FRENTE A LA PLAZA DE LA CRUZ ROJA
FECHA: 30 DE OCTUBRE A 29 DE NOVIEMBRE DE 2009


Horario:
------------------------------------------------------
  • Días laborales :

Mañanas: 10:00 hasta las 14:30

Tardes:      17:00  hasta las 22:00

  • Sabados, Domingos y festivos:

Mañanas: 11:00- hasta 14.30

Tardes:   17:30- hasta 22:30

miércoles, 11 de noviembre de 2009

ACRÓSTICOS CREADOS POR ALUMNOS DEL CENTRO

1

Al atardecer
No quedaba nadie
Todos se habían ido
Olvidando sus pertenencias
Ninguno las recordó
Inocentemente las cogí
Olvidando devolverlas

(Antonio Riquelme Carrillo)

_______________________________________________________

2
LA REINA DE CORAZONES
Parece una mala reina, y
Así lo es
Todo el mundo sabe lo
Rica que es
Inclinaos ante ella
Cuando os lo pida
Inclinaos ante ella
Antes que os corte la cabecita

(Patricia Sandoval Martínez)

_________________________________________________________

martes, 10 de noviembre de 2009

100 JOYAS DEL MILENIO: LIBROS CLÁSICOS

El periódico EL MUNDO editó, hace unos años, una selección de libros de toda la literatura universal del último milenio. Hemos rescatado esta página en la que está la lista completa y con un breve comentario de cada libro.
Fuente: www.elmundo.es
Indice

A
Alas (Clarín), Leopoldo / La Regenta
Amado, Jorge / Gabriela, clavo y canela
Anónimo / Lazarillo de Tormes
Asturias, Miguel Angel / El señor presidente
Austen, Jane / Orgullo y Prejuicio

B
Balzac, Honore de / Eugenia Grandet
Baroja, Pío / Zalacaín el aventurero
Baudelaire, Charles / Las flores del mal
Beckett, Samuel / Fin de partida
Blixen, Karen / Siete cuentos góticos
Böll, Heinrich / El honor perdido de Katharina Blum
Borges, Jorge Luis / El Aleph
Brontë, Emily / Cumbres borrascosas
Burgess, Anthony / La naranja mecánica
Byron, Lord / Don Juan

C
Calderón de la Barca, Pedro / La vida es sueño
Calvino, Italo / Las ciudades invisibles
Camus, Albert / La peste
Capote, Truman / A sangre fría
Caroll, Lewis / Alicia en el país de las maravillas
Cela, Camilo José / La colmena
Cervantes, Miguel de / Don Quijote
Chejov, Anton / La gaviota
Conrad, Joseph / Lord Jim
Cortázar, Julio / Las armas secretas y otros relatos

D
Dante / La divina comedia
Defoe, Daniel / Robinson Crusoe
Delibes, Miguel / Los santos inocentes
Dickens, Charles / Historia de dos ciudades
Dostoievski, Fiodor / El jugador
Duras, Marguerite / Moderato cantabile

Faulkner, William / El villorrio
Fitzgerald, Francis Scott / El gran Gatsby
Flaubert, Gustave / Madame Bovary
Forster, Edward Morgan / Una habitación con vistas
Fuentes, Carlos / Gingo viejo

G
García Márquez, Gabriel / Cien años de soledad
García Lorca, Federico / Romancero gitano
Graves, Robert / Dioses y héroes de la antigua Grecia
Greene, Graham / El tercer hombre
Goethe / Fausto
Golding, William/ El señor de las moscas

H
Hemimgway, Ernest / Adiós a las armas
Hugo, Víctor / Los miserables
Huxley, Aldous / Un mundo feliz

I
Ibsen, Henrik / Casa de muñecas
J
Joyce, James / Dublineses
James, Henry / Otra vuelta de tuerca

K
Kafka, Franz / El proceso
Kipling, Rudyard / Kim

L
Lampedusa, Giuseppe Tomasi di / El Gatopardo
Lawrence, D. Herbert / El amante de lady Chatterley
Lope de Vega, Félix / Fuenteovejuna

M
Machado, Antonio / Campos de Castilla
Mahfuz, Naguib / La batalla de Tebas
Mailer, Norman / Los tipos duros no bailan
Malraux, Andre / La condición humana
Mann, Thomas / La montaña mágica
Maquiavelo, Nicolas / El príncipe
Melville, Herman / Moby Dick
Miller, Henry / Trópico de Capricornio
Moliere / Tartufo

N
Nabokov, Vladimir / Lolita
Neruda, Pablo / Confieso que he vivido

O
Onetti, Juan Carlos / Juntacadáveres
Orwell, George/ Rebelión en la granja

P
Pessoa, Fernando / Odas a Ricardo Reis
Pirandello, Luigi / Seis personajes en busca de autor
Pla, Josep / El cuaderno gris
Poe, Edgar Allan / Los extraordinarios casos de M. Dupin
Proust, Marcel / Por el camino de Swann

Q
Quevedo, Francisco de / Sueños
R
Rojas, Fernando de / La Celestina
Rotterdam, Erasmo de / Elogio de la locura

S
Sábato, Ernesto / El túnel
Saramago, Jose / Viaje a Portugal
Sartre, Jean Paul / La náusea
Sciascia, Leonardo / Todo modo
Scott, Walter / Ivanhoe
Shakespeare, William / Hamlet
Shakespeare, William / Romeo y Julieta
Shelley, Mary / Frankestein
Steinbeck, John / La perla
Stevenson, Robert Louis / El doctor Jekyll y mister Hyde
Stoker, Bram / Drácula
Swift, Jonathan / Los viajes de Gulliver

T
Tolstoi, Leon / Ana Karenina
Twain, Mark / Aventuras de Tom Sawyer

U
Umbral, Francisco / Mortal y rosa
V
Valery, Paul / El cementerio marino
Valle-Inclán, Ramón María del / Tirano Banderas
Vargas Llosa, Mario / Los jefes. Los cachorros
Verne, Julio / Viaje al centro de la tierra
Voltaire / Cándido

W
Wells, H. G. / La guerra de los mundos
Whitman, Walt / Hojas de hierba
Wilde, Oscar / El retrato de Dorian Gray
Williams, Tenesse / La gata sobre el tejado de zinc caliente
Woolf, Virginia / La señora Dalloway

Y
Yourcenar, Marguerite / Memorias de Adriano

jueves, 5 de noviembre de 2009

CUENTOS DE MUERTE (3)


ACERCA DE LA MUERTE DE BIEITO


Fue cerca del camposanto cuando sentí removerse dentro de la caja al pobre Bieito. (De los cuatro portadores del ataúd yo era uno). ¿Lo sentí o fue aprensión mía? Entonces no podría asegurarlo. ¡Fue un rebullir tan suave!... Como la tenaz carcoma que roe, roe en la noche, roe desde entonces en mi magín enfervorizado aquel suave rebullir.
Pero es que yo, amigos míos, no estaba seguro, y por tanto -comprendedme, escuchadme-, por tanto no podía, no debía decir nada.
Imaginaos por un instante que yo hubiera dicho:
-Bieito está vivo.
Todas las cabezas de los viejos que portaban cirios se alzarían con un pasmado asombro. Todos los chiquillos que iban extendiendo la palma de la mano bajo el gotear de la cera, vendrían en remolino a mi alrededor. Se apiñarían las mujeres junto al ataúd. Resbalaría por todos los labios un murmullo sobrecogido, insólito:
-¡Bieito está vivo! ¡Bieito está vivo!...

Callaría el lamento de la madre y de las hermanas, y en seguida también, descompasándose, la circunspecta marcha que plañía en los bronces de la charanga. Y yo sería el gran revelador, el salvador, eje de todos los asombros y de todas las gratitudes. Y el sol en mi rostro cobraría una importancia imprevista.
¡Ah! ¿Y si entonces, al ser abierto el ataúd, mi sospecha resultara falsa? Todo aquel magno asombro se volvería inconmensurable y macabro ridículo. Toda la anhelante gratitud de la madre y de las hermanas, se convertiría en despecho. El martillo clavando de nuevo la caja tendría un son siniestro y único en la tarde atónita. ¿Comprendéis? Por eso no dije nada.
Hubo un instante en que por el rostro de uno de los compañeros de fúnebre carga pasé la leve insinuación de un sobresalto, como si él también estuviese sintiendo el tenue rebullir. Pero no fue más que un lampo. En seguida se serenó. Y no dije nada.
Hubo un instante en que casi me decido. Me dirigí al de mi lado y, encubriendo la pregunta en una sonrisa de humor, deslicé:
-¿Y si Bieito fuese vivo?
El otro rió pícaramente como quien dice: «Qué ocurrencias tenemos», y yo amplié adrede mi falsa sonrisa de broma.
También me encontré a punto de decirlo en el camposanto, cuando ya habíamos posado la caja y el cura rezongaba los réquienes.
«Cuando el cura acabe», pensé. Pero el cura terminó y la caja descendió al hoyo sin que yo pudiese decir nada.
Cuando el primer terrón de tierra, besado por un niño, golpeó dentro de la fosa contra las tablas del ataúd, me subieron hasta la garganta las palabras salvadoras... Estuvieron a punto de surgir. Pero entonces acudió nuevamente a mi imaginación la casi seguridad del horripilante ridículo, de la rabia de la familia defraudada si Bieito se encontraba muerto y bien muerto. Además de decirlo tan tarde acrecentaba el absurdo desorbitadamente. ¿Cómo justificar no haberlo dicho antes? ¡Ya sé, ya sé, siempre se puede uno explicar! ¡Sí, sí. sí, todo lo que queráis! Pues bien... ¿Y si hubiese muerto después, después de sentirlo yo remecerse, como quizá se pudiera adivinar por alguna señal? ¡Un crimen, sí, un crimen el haberme callado! Oíd ya el griterío de la gente...
-Pidió auxilio y no se lo dieron, desgraciado...
-Él sentía llorar, se quiso levantar, no pudo...
-Murió de espanto, le saltó el corazón al sentirse bajar a la sepultura.
-¡Ahí lo tenéis, con la cara torcida por el esfuerzo!
-¡Y ése que lo sabía, tan campante, ahí sonriendo como un payaso!
-¿Es tonto o qué?
Todo el día, amigos míos, anduve loco de remordimientos. Veía al pobre Bieito arañando las tablas en ese espanto absoluto, más allá de todo consuelo y de toda conformidad. de los enterrados en vida. Llegó a parecerme que todos leían en mis ojos adormilados y lejanos la obsesión del delito.



Y allá por la alta noche -no lo pude evitar- me fui camino del camposanto, con la solapa subida, al arrimo de los muros.
Llegué. El cerco por un lado era bajo: una piedras mal puestas sujetas por hiedras y zarzas. Lo salté y fui derecho al lugar... Me eché en el suelo, arrimé la oreja, y pronto lo que oí me heló la sangre. En el seno de la tierra unas uñas desesperadas arañaban las tablas. ¿Arañaban? No sé, no sé. Allí cerca había una azada... Iba ya hacia ella cuando quedé perplejo. Por el camino que pasa junto al camposanto se sentían pasos y rumor de habla. Venía gente. Entonces sí que sería absurda, loca, mi presencia allí, a aquellas horas y con una azada en la mano.
¿Iba a decir que lo había dejado enterrar sabiendo que estaba vivo?
Y huí con la solapa subida, pegándome a los muros.
La luna era llena y los perros ladraban a lo lejos.







martes, 3 de noviembre de 2009

NOTICIAS: Muerte de Francisco Ayala a los 103 años

El novelista y ensayista Fracisco Ayala ha muerto hoy, 3 de noviembre, a los 103 años. Superviviente de la generación del 27, miembro de la Real Academia Española, exiliado tras la Guerra Civil (Argentina, Puerto Rico, Estados Unidos) pues fue partidario de la Répúblico, regresó a España definitivamente en 1980 y obtuvo numerosos premios: Premio Nacional de las Letras, Premio Cervantes, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, etc.





En los siguientes enlaces recogemos información de distintos medios sobre su muerte, su vida y su obra:
EL PAÍS: "Muere Francisco Ayala, gran testigo de la literatura del siglo XX".
ABC: "Ayala, testigo de un siglo crucial".
QUÉ: "La muerte de Francisco Ayala deja huérfana la gran literatura española del siglo XX".
WIKIPEDIA: Vida y obra.
Entrevista en EL OJO CRÍTICO (Programa cultural de RNE):

Os dejamos un breve fragmento de su extensa obra:
" El arte, como proceso espiritual, como actuación, consiste en desprender de la realidad una apariencia orientada por la brújula del sentido estético, no de otro modo que la máquina del fotógrafo desprende una apariencia exactísima, y, sin embargo, independiente, de los objetos colocados en su campo. El toque del arte consiste en herir a la Naturaleza en su talón de Aquiles, en ese punto vulnerable, sensible, cuyo contacto -así también en la mujer; así en la caja de caudales- basta a lograr la apertura de su entraña estética.
(...)
Nos ha tocado a nosotros sondear el fondo de lo humano y contemplar los abismos de lo inhumano, desprendernos así de engaños, de falacias ideológicas, purgar el corazón, limpiar los ojos, y mirar al mundo, con una mirada que, si no expulsa y suprime todos los habituales prestigios del mal, los pone al descubierto y, de ese modo sutil, con sólo su simple verdad, los aniquila.
"


Por último, aquí van varias citas suyas:


La patria de un escritor es su lengua.




La incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente, quien, aunque otra cosa crea él, no siempre está asistido por serios aparatos de consejeros.




La novela es un género sin forma, porque en ella cabe todo.




Nunca nada debe turbar la ecuanimidad del ánimo; hasta nuestra pasión, hasta nuestros arrebatos deben ser medidos y ponderados.




Las conductas humanas ligadas a la condición natural son, en el fondo, inmutables.




Los ceremoniales puntillosamente regulados pueden en su exceso constituir trabas nocivas para el desenvolvimiento humano.




Los intelectuales somos muy reaccionarios, y son más reaccionarios los que presumen de progres.



FRANCISCO AYALA






Ganador 3er. enigma