viernes, 30 de octubre de 2009

ESPECIAL HALLOWEEN (2): EL MONTE DE LAS ÁNIMAS, de G.A.Bécquer



EL MONTE DE LAS ÁNIMAS
Gustavo Adolfo Bécquer




La noche de difuntos me despertó, a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.


Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca, y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como, en efecto, lo hice.


Yo no la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza, con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.


Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.


- I -




-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.


-¡Tan pronto!


-A ser otro día no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.


-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?


-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua; yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré la historia.


Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.


Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:


«Ese monte que hoy llaman de las Ánimas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que así hubieran sabido solos defenderla como solos la conquistaron.


»Entre los caballeros de la nueva y poderosa orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.


»Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres; los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey; el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.


»Desde entonces dicen que, cuando llega la noche de Difuntos, se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche».


La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.





- II -

Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.


Sólo dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, absortos en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.


Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.


Las dueñas referían, a propósito de la noche de Difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel, y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.


-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-: pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.


Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo su carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.


-Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada: mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?


-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país, una prenda recibida compromete la voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo..., que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.


El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza:


-Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?


Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.


Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas.


Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo:


-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.


-¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:


-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?


-Sí.


-Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.


-¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.


-No sé...; en el monte acaso.


-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-, ¡en el Monte de las Ánimas!


Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:


-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado a esta diversión imagen de la guerra todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; esta noche..., esta noche, ¿a qué ocultarlo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas...; ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento, sin que se sepa adónde.


Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó, con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña arrojando chispas de mil colores:


-¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de Difuntos, y cuajado el camino de lobos!


Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte, se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza, y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:


-¡Adiós Beatriz, adiós! Hasta... pronto.


-¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso, o aparentó querer, detenerle, el joven había desaparecido.


A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho, que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor, que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.


Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.



- III -


  Había pasado una hora, dos, tres; la media roche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.


-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de Difuntos a los que ya no existen.


Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.


Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz apagada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.


-Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente.


Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden; éstas con un ruido sordo y suave; aquéllas con un lamento largo y crispador. Después, silencio; un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi no se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota, no obstante, en la oscuridad.


Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio.


Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando, dilatándose, las fijaba en un punto, nada; oscuridad, las sombras impenetrables.


-¡Bah! -exclamó, yendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada, de raso azul, del lecho-. ¿Soy yo tan miedosa como estas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?


Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría escondió la cabeza y contuvo el aliento.


El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos.


Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora; vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal decoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.


Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros: muerta, ¡muerta de horror!

- IV -



Dicen que después de acaecido este suceso un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla, levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y caballeros sobre osamentas de corceles perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

















jueves, 29 de octubre de 2009

ESPECIAL HALLOWEEN (1)

   Con motivo de la celebración de Halloween os proponemos algunas lecturas relacionadas con lo siniestro, la muerte, el cementerio, espantapájaros, calabazas, etc. Comenzamos hoy con un cuento de Guy de Maupassant, uno de los mejores cuentistas del siglo XIX.


¿FUE UN SUEÑO?

Guy de Maupassant




  ¡La había amado locamente!
  ¿Por qué se ama? ¿Por qué se ama? Cuán extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un solo pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y un solo nombre en los labios... Un nombre que asciende continuamente, como el agua de un manantial, desde las profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se repite una y otra vez, que se susurra incesantemente, en todas partes, como una plegaria.

   Voy a contaros nuestra historia, ya que el amor sólo tiene una, que es siempre la misma. La conocí y viví de su ternura, de sus caricias, de sus palabras, en sus brazos tan absolutamente envuelto, atado y absorbido por todo lo que procedía de ella, que no me importaba ya si era de día o de noche, ni si estaba muerto o vivo, en este nuestro antiguo mundo.

   Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada, porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que guardar cama. No recuerdo ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se marcharon. Se compraron medicinas, y algunas mujeres se las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La enfermera dijo: “¡Ah!” ¡Y yo comprendí! ¡Y yo comprendí!

   Me consultaron acerca del entierro pero no recuerdo nada de lo que dijeron, aunque sí recuerdo el ataúd y el sonido del martillo cuando clavaban la tapa, encerrándola a ella dentro. ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Dios mío!






   ¡Ella estaba enterrada! ¡Enterrada! ¡Ella! ¡En aquel agujero! Vinieron algunas personas... mujeres amigas. Me marché de allí corriendo. Corrí y luego anduve a través de las calles, regresé a casa y al día siguiente emprendí un viaje.







SI TE ESTÁ GUSTANDO LA HISTORIA PINCHA EN MÁS INFORMACIÓN PARA TERMINAR DE LEER ESTA HISTORIA. TE SORPRENDERÁ EL FINAL. VERÁS QUE TODO NO ES LO QUE PARECE...


miércoles, 28 de octubre de 2009

MICRORRELATO: "Instrucciones para dar cuerda a un reloj", de Julio Cortázar


Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Julio Cortázar


Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Aquí puedes escuchar el relato en la voz del propio Julio Cortázar:





Instrucciones para dar cuerda al reloj


Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.


ESCUCHA AQUÍ LOS DOS TEXTOS 



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lunes, 26 de octubre de 2009

LIBROS RECOMENDADOS CURSO ANTERIOR

   ¿Has leído alguno de los libros que el año pasado recomendamos (ver abajo) desde la página web de nuestro centro? Si tu respuesta es afirmativa, puedes dejar tu opinión enviándonos un comentario sobre alguno de ellos.

   Este año, desde este blog, habrá nuevas recomendaciones, tanto para alumnos como para profesores. Si lo deseas, puedes escribirnos (lengualitsanje@gmail.com) algunas líneas sobre algún libro que hayas leído recientemente y te haya gustado para que los demás también lo disfruten.

   Selección realizada por M.Carmen Barceló y Concha Bastida:

Caperucita en Manhattan 
Carmen Martín Gaite
Sara Allen es la caperucita de esta historia, una niña de diez años que vive con sus padres en Brooklyn. Ella quiere ser mayor y realizar las actividades propias de un adulto, pero esto entraña diversos peligros. En el primer viaje que realiza sola a la casa de su abuela se encontrará con varios personajes, mister Wolf (el lobo), mis Lunatic, etc, que le ayudarán en este inicio a la vida adulta.


Caperucita en Manhattan es un libro que parece de niños y no lo es.Recomendado para  jóvenes y adultos.

El curioso incidente del perro  a medianoche
Mark Haddon

Christopher, un chico de quince años, encuentra una noche al perro de su vecina atravesado por un horcón. Este hecho desencadenará una investigación por parte del muchacho que le llevará a descubrir algunos secretos familiares. Sin embargo, el protagonista no es como los demás: es un genio de las Matemáticas, pero le aterroriza relacionarse con extraños, siempre dice la verdad y odia el color amarillo.

La originalidad de esta novela estriba en la perspectiva del narrador, el protagonista consigue que veamos el mundo con otros  ojos.Recomendado para jóvenes y adultos.


El día en el que aprendí a domar arañas,
Jutta Richter
Rainer es un chico diferente que es despreciado por los demás muchachos del barrio. A pesar de esto, Martina se hace amiga suya porque se da cuenta de que siempre puede contar con él cuando el miedo aparece. Pero las presiones dificultarán esta amistad y Martina tendrá que tomar una importante decisión.

Una historia sobre la amistad, la marginación social, los miedos y la traición.  A partir de 12 años.




El lector
Bernhard Schlink

Un chico de 15 años conoce accidentalmente a una mujer mayor que él. Con ella inicia una relación erótica en la que, antes de amarse, ésta le pide que le lea en voz alta fragmentos de obras literarias. Un día la mujer desaparece misteriosamente.

Varios años después se volverán a encontrar en un juicio donde ella está acusada de crímenes de guerra nazi.

Novela sencilla y fácil de leer, pero que no deja indiferente.Recomendado para jóvenes y adultos.



El niño con el pijama de rayas
John Boyne
Un pijama de rayas cree Bruno que es el uniforme de los prisioneros del campo de concentración de Auchwitz. Con un lenguaje claro y sencillo, el autor trata el tema del holocausto nazi desde una perspectiva diferente, la ingenuidad de un niño de ocho años que no entiende lo que sucede a su alrededor.

Este libro no es sólo para adultos sino que se recomienda a chicos a partir de catorce años.

La mirada oscura
Joan Manuel Gisbert

Con este sugerente título Gisbert consigue atrapar nuestra atención desde el principio. El extraño crimen de dos niñas obliga a Eugenio Aceves a huir, su rara y huraña personalidad lo convierten en el principal sospechoso. Años después vuelve al pueblo donde es perseguido por los vecinos, que claman venganza. Regina, la protagonista, sus padres y la maestra le ayudarán en su huida.


Una novela de misterio que nos enseña valores como el coraje, el valor  y la lucha por la justicia. A partir de 12 años.



La perla
John Steinbeck


Esta pequeña obra maestra de Steinbeck (premio Nobel de literatura en 1962), narra la historia de una familia indígena mexicana que, tras encontrar la perla más hermosa del mundo, se convierte en el centro de admiración y ambición de mucha gente. Lo que en principio parecía ser la solución de todos sus problemas es el origen de su desgracia.


La perla es un relato de gran belleza y emotividad que conviene leer por su dura crítica a las injusticias sociales. Recomendado para jóvenes y adultos.


La rosa de los vientos 
Antología poética

A través de la poesía emprendemos viajes imaginarios que nos llevan a conocer tierras extrañas, otras culturas, paisajes De la mano de los mejores poetas en lengua castellana entramos en contacto con la libertad, el amor, la solidaridad, el humor, el misterio y la amistad.

Recomendado a partir de 12 años.


Las brujas
Roald Dahl

“En los cuentos de hadas las brujas llevan siempre unos sombreros negros ridículos y capas negras y van montadas en el palo de una escoba. Pero éste no es un cuento de hadas. Este trata de BRUJAS DE VERDAD”. Con esta inquietante afirmación, Roald Dahl inicia esta apasionante novela.

Libro entretenido y divertido que no disgustará ni a los mayoresA partir de 12 años.



Otra vuelta de tuerca
Henry James

Una joven es contratada para educar a unos niños que han quedado huérfanos. La relación entre estos y la institutriz se verá empañada por las constantes apariciones de “los otros”, los antiguos educadores de los chicos, un hombre y una mujer que habían muerto hacía más de un año. La joven decide liberar a los niños de esa extraña influencia, pero…¿Son reales los fantasmas, o todo es fruto de la mente de la institutriz?

Henry James nos ofrece un relato de terror psicológico en el que la particular forma de narrar es más inquietante que la historia en sí.Recomendado para jóvenes y adultos.



Relatos de humor
edición de Montserrat Amores


La risa es buena amiga de los seres humanos. Tanto es así, que algunos médicos le conceden un lugar importante en sus terapias, a sabiendas de que reír relaja los músculos, libera tensiones y mejora el ánimo. En esta selección de Montserrat Amores podemos encontrar los más variados relatos humorísticos: desde el humor erótico de Boccaccio y Chaucer en“Una noche en vela” y “Un tonel de risas” hasta el humor negro de Roland Topor en “En Suiza”.


Recomendado para jóvenes y adultos.




Si te comes un limón sin hacer muecas
Sergi Pàmies

El autor, Sergi Pàmies, nos ofrece una veintena de relatos cortos en los que el hilo conductor de la mayoría son situaciones de la vida cotidiana en las que de alguna manera nos vemos reflejados: padres sin cariño de los suyos, vecinos que presumen del coche último modelo, chicas que desean padres modernos, aprendices de escritoras que buscan una relación con el autor de éxito, etc.

Libro original y sugerente que admite diferentes interpretaciones.Recomendado para adultos.

sábado, 24 de octubre de 2009

FERIA DEL LIBRO EN MURCIA 2009

Durante esta semana (23 de octubre a 1 de noviembre) se está celebrando en Murcia la Feria del Libro en el Paseo Alfonso X. Hay más de setenta actos. Aquí os dejamos dos enlaces con toda la información sobre este evento:

martes, 20 de octubre de 2009

POEMA DE BÉCQUER EN VERSIÓN MUSICAL

    Queremos comenzar la sección POEMAS con uno del poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer. Es  la rima XL titulada "Su mano entre mis manos"; la versión videomusical, tan hermosa como el propio poema, pertenece a Vicente Monera.

RIMA XL

Su mano entre mis manos,
sus ojos en mis ojos,
la amorosa cabeza
apoyada en mi hombro,
Dios sabe cuántas veces
con paso perezoso
hemos vagado juntos
bajo los altos olmos
que de su casa prestan
misterio y sombra al pórtico.
Y ayer... un año apenas,
pasado como un soplo,
con qué exquisita gracia,
con qué admirable aplomo,
me dijo al presentarnos
un amigo oficioso:
«Creo que en alguna parte
he visto a usted.» ¡Ah bobos,
que sois de los salones
comadres de buen tono

y andabais allí a caza
de galantes embrollos,
qué historia habéis perdido,
qué manjar tan sabroso
para ser devorado
sotto voce en un corro,
detrás del abanico
de plumas y de oro!
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Discreta y casta luna,
copudos y altos olmos,
paredes de su casa,
umbrales de su pórtico,
callad, y que el secreto
no salga de vosotros!
Callad, que por mi parte
yo lo he olvidado todo;
y ella... ella, no hay máscara
semejante a su rostro.
Rimas y Leyendas 
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)





   Versión videomusical de Vicente Monera:

Ganador 3er. enigma